viernes, 15 de marzo de 2013


CATA PARA PRINCIPIANTES VI:
CONCLUSIÓN

Ya no resta más que pronunciarnos sobre el vino, primero haciendo una evaluación, que lógicamente atenderá al compendio de las evaluaciones que hayamos hecho a lo largo de cada una de las fases, con la excepción de la visual, como ya hemos comentado.

De esta forma podremos apreciar que realmente las fases de la degustación son separables pues podremos encontrar vinos con una nariz muy agradable y que sin embargo luego el vino no sea agradable en boca y viceversa.

El momento óptimo de consumo viene dado por reunir los siguientes requisitos: el vino ha de tener una buena intensidad aromática y a ser posible no solo complejidad, sino haber alcanzado el grado de bouquet. En boca ha de estar equilibrado y tener un postgusto y recuerdo de aromas en vía retronasal largos, siendo gratos y en la medida de lo posible que ambas sensaciones sean igualmente largas.

Ya con ello descartaremos el envejecimiento de vinos que reunan estos requisitos. Para poder determinar el potencial de crianza hay que buscar primero el peso de fruta, ningún vino diluido, independientemente de su estilo puede envejecerse. En nariz podrá ser complejo pero no haber alcanzado aún el bouquet y si hay un cierto desequilibrio gustativo, que este sea por la presencia de taninos en abundancia pero no verdes. Contrariamente de lo que se suele pensar no es necesaria una acidez elevada para poder envejecer vinos.

Tomemos como ejemplo alguna de las zonas clásicas, como Burdeos o Borgoña, en donde se elaboran vinos con un enorme potencial de envejecimiento. Si repasamos cuales son las mejores cosechas, es decir aquellas en que se pueden envejecer más los vinos, veremos que coincide con las cosechas más cálidas, es decir aquellas en las que precisamente los contenidos en acidez son más bajos. No estoy queriendo decir con ello que mientras más baja la acidez, más se puedan envejecer los vinos, sino que una acidez moderada suele significar una buena maduración y con buenas maduraciones es posible obtener vinos de abundantes taninos suaves, por estar las pieles de las uvas maduras y de esa forma obtener vinos que puedan envejecer. 

(Joaquín Gálvez Bauzá)

CATA PARA PRINCIPIANTES V:
EL POSTGUSTO

Una vez que hayamos escupido el vino evaluaremos cuanto tiempo dura su recuerdo gustativo, es decir la intensidad del postgusto y catalogaremos el vino como de un postgusto largo, medio o corto.

Acto seguido tendremos que evaluar cual es la nota gustativa dominante y que curiosamente el orden de persistencia es al revés que el orden de percepción, es decir: Amargo, Ácido, Salado y Dulce; pero tendremos que fijarnos en cual es el gusto o sensación dominante, pues nuevamente también intervendrán las sensaciones táctiles y pseudo-táctiles, anteriormente descritas en el apartado de la fase gustativa.

Finalmente hemos de hacer una comparación con el recuerdo aromático en vía retro-nasal, evaluar cual de ambas sensaciones es más duradera. Generalmente cuando nos encontramos ante un vino de calidad y en su plenitud ambas sensaciones son largas, o de intensidad alta, y con un final simultáneo. 

(Joaquín Galvez Bauzá)

CATA PARA PRINCIPIANTES IV:
VIA RETRONASAL

Teniendo el vino en la boca percibiremos sus aromas por la denominada vía retronasal y para potenciar su percepción haremos borbotear el vino, que además experimentará un cambio brusco de la temperatura a la que se encuentre en la copa a la temperatura de nuestra boca.

Con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo abriremos un poco la boca y simultáneamente inspiraremos una pequeña cantidad de aire que dejaremos que pase a través del vino, de esta forma produciremos el sonido característico con el que tantas veces se identifica a los catadores. Realmente no es necesario producir prácticamente ruido, sino tan solo valernos de esa pequeña cantidad de aire para hacer llegar los aromas a la pituitaria.

Nuevamente el primer parámetro a evaluar será la intensidad. Esto requiere algo de práctica pero sin embargo será fácil apreciar diferencias notables de vinos que no nos huelan a nada teniéndolos en la boca, frente a otros que desprendan una gran cantidad de aromas, siguiendo la metodología encasillaremos la intensidad aromática dentro de alta, media o baja.

A continuación evaluaremos si existe alguna variación, es decir si apreciamos que aparezca o no nuevos aromas. Pongamos por caso que un vino tanto a copa parada, como después de agitar solo huele a frutas y sin embargo una vez que lo llevamos a la boca podemos percibir notas de madera. En este caso hablaremos de variación, pero que quede claro que solo hablaremos de variación cuando realmente aparezcan notas nuevas que no percibíamos por vía nasal directa. Si en un vino aparecen simultáneamente notas de fruta y madera será un vino complejo pero no necesariamente con variación. Se podrán dar por tanto alguna de las siguientes combinaciones:


  • Vino unidimensional sin variación: sería el caso de un vino que por ejemplo solo huele a fruta, tanto antes como después de agitar la copa como después de evaluar en vía retronasal.

  • Vino complejo sin variación: como en el ejemplo que hemos puesto anteriormente sería el caso de un vino que huele simultáneamente a fruta y madera tanto en vía nasal directa como retronasal.

  • Vino complejo con variación: este es el caso y nuevamente simplificando, de que un vino huela a frutas en vía nasal directa y en vía retronasal estas notas estén presentes y además aparezcan las notas de madera.

Simplificar es la forma más sencilla de ser didácticos, pero no por simplificar hemos de caer en la falta de rigurosidad, hemos de tener presente que podrán aparecernos una infinidad de aromas afrutados y un número también elevado de aromas de madera y se podrán dar por tanto todo tipo de combinaciones de complejidad en primarios, complejidad en secundarios y complejidad en terciarios y nuevamente hemos de tener en cuenta que la complejidad no está reñida con la variación, son casos que se pueden dar o no de forma aislada o simultánea.

Una vez que hallamos escupido el vino tendremos que evaluar la persistencia aromática en vía retronasal. Es decir evaluar el tiempo que dura el recuerdo aromático y catalogarlo sencillamente dentro de un vino de gran persistencia, persistencia media o un vino corto en vía retronasal.

Simplemente resaltar que hemos empleado la palabra escupir y no tragar. Generalmente no estamos acostumbrados a evaluar bebidas escupiéndolas y sin embargo en el caso de los vinos esto es un error. No es que no se pueda evaluar un vino tragándolo, sino que si decidimos realmente adentrarnos en la cata profesional nos encontraremos en más de una ocasión que el número de vinos que hemos de probar es elevado y aunque no soy partidario de mega-catas de vino, lo que si que es cierto es que en la medida en que escupamos somos capaces de aumentar enormemente el número de vinos a catar por sesión.

Escupir ha de formar por tanto una parte importante de nuestra práctica de la cata. Baste como ejemplo que en el “Wine Challenge” que se celebra en Londres, el número de vinos ofrecido a cada catador es en torno a la centena, por día y la cata total dura 10 días, por lo que se puede llegar a catar cerca de 1.000 vinos en estas dos semanas. Por otro lado durante la elaboración en una bodega de entidad se pueden llegar a catar los vinos en fermentación y maceración de unos 80 depósitos. No impongo que se escupa pero lo recomiendo altamente, pues si no aprendemos a catar escupiendo no podremos afrontar números elevados de vinos y el que aprende a catar escupiendo podrá hacerlo también tragando, aunque no viceversa.
En una de las más prestigiosas bodegas de California, Ridge Vineyards, su enólogo Paul Draper, de 58 años, nunca aprendió a catar escupiendo y por ello en vez de enjuagarse la boca con agua entre vinos lo que hace es dar un gran trago de leche, para minimizar los efectos del alcohol.

Dentro de la jerga de cata de vinos se habla a veces de las caudalías, diciendo que es un vino entre cero y 10 o más caudalías, literalmente una caudalía equivale a un segundo de recuerdo aromático. No creo que tengamos que incluir dentro de los útiles del catador un cronómetro para evaluar este concepto y sin embargo resulta de gran interés el establecer una comparación con el siguiente parámetro a evaluar.


(Joaquín Gálvez Bauzá)

CATA PARA PRINCIPIANTES III:
FASE GUSTATIVA

Tomaremos una cantidad de vino que nos resulte cómoda, entre 6 y 10 cc. durante unos 10 a 15 segundos y apreciaremos su intensidad o cuerpo, realmente en este momento utilizaremos la boca como una auténtica balanza y evaluaremos la cantidad de extracto seco que hay en el vino. De esta forma podremos clasificar los vinos dentro de alguna de las siguientes categorías: vinos ligeros, de cuerpo medio y de gran cuerpo. Empleamos la palabra intensidad en primer lugar para ser consistentes con nuestra metodología.

Los gustos elementales, por orden y zona de percepción son los siguientes:
  • Dulce: Punta de la lengua
  • Salado: Punta e inicio de los bordes de la lengua
  • Ácido: Bandas de la lengua
  • Amargo: Al final de la lengua


Otras sensaciones que percibiremos en boca son sensaciones tactiles y pseudo-tactiles, y sus responsables son:
  • Calor: Alcohol
  • Astringencia: Taninos (que coagulan la mucina, proteina de la saliva)
  • Picor: Anhídrido carbónico
  • Frescura: Acidez
  • Temperatura: Temperatura
  • Untuosidad: Azúcares residuales


Nos podrá resultar de utilidad este breve vocabulario gustativo, en orden creciente, referido a:
  • Alcohol: Ligero, medio, cálido, ardiente
  • Acidez: Plano, fresco, ácido, muy ácido, duro
  • Azúcar: Seco, abocado, semi-seco, semi-dulce, dulce
  • Extracto: De cuerpo ligero, de cuerpo medio, de gran cuerpo
  • Carbónico: Picante, aguja, espumoso
  • Aspereza: Ligero, astringente, áspero
  • Taninos: Maduros, secos, secantes, verdes, acerbo


Hemos de hacer una evaluación de cual es el gusto o sensación táctil o pseudo-táctil dominante o si existe equilibrio gustativo. Es muy importante tener siempre en cuenta que los vinos, como cualquier otra bebida de calidad ha de resultar equilibrada. En el caso de los vinos es posible que este equilibrio no exista en un principio, pero será necesario que este se alcance a lo largo de los años para poder asegurar que nos encontramos frente a un vino de calidad.

Los vinos jóvenes, y entiéndase por tales aquellos para ser consumidos dentro del plazo de un año desde que son comercializados, habrán de ser necesariamente equilibrados desde su nacimiento para que sean vinos de calidad. Los vinos jóvenes, no mejorarán con el paso de los años, sino que empeorarán y por ello no se puede justificar una falta de equilibrio gustativo aduciendo que ésta desaparecerá con el paso del tiempo. Podremos tolerar que por ejemplo en un vino enverado exista una sensación dominante de acidez, siempre y cuando confiera al vino un carácter refrescante, pero que estas sensaciones no lleguen nunca a ser duras, esto penalizaría su calidad.



Uno de los factores para alcanzar el equilibrio gustativo es el del momento de vendimia, pero en demasiadas ocasiones se han considerado de exclusivamente la acidez y grado alcohólico potencial. De esa forma se podrá alcanzar por tanto un equilibrio de estos dos elementos, es decir de la acidez y de los gustos dulces, pero no son suficientes para alcanzar la plenitud gustativa.

En los vinos tintos es esencial buscar además el equilibrio de la piel de las uvas, pues tras la maceración se obtendrán los gustos de ésta. En los blancos es además necesario considerar cual es el momento de máximo potencial aromático. El mejor análisis es probar las uvas pero resulta un método difícilmente operativo y por ello se extrapola el análisis del contenido en antocianos de las pieles pues se manifiesta de forma proporcional al gusto, o madurez gustativa de las mismas, ésta obviamente varía de cosecha a cosecha según como sean las condiciones climáticas.

Es importante tener en consideración el “Indice de Suavidad de los vinos” desarrollado por Emile Peynaud y Jean Ribereau Gayon. Para que un vino pueda ser considerado suave es necesario que el resultado de la siguiente fórmula:
Grado alcohólico - (acidez total en sulfúrico + gramos por litro de taninos) sea mayor o igual a 5.
Ejemplos:
A) 12 - (3.3 + 1.8) = 6.9
B) 10.5 - (4.2 + 2.4) = 3.9

Con estos ejemplos se puede llegar a entender que el equilibrio de sensaciones gustativas va más allá de la simple consideración de azúcares y acidez, pero nosotros hemos de entender asimismo que un vino por el simple hecho de ser suave no es necesariamente bueno.

Uno de los conceptos más difíciles de explicar en la cata de vinos es el de “peso de fruta”. Resulta más sencillo de explicar con vinos tintos que con vinos blancos. Sabemos que el cuerpo es la apreciación del extracto seco, si un vino ha permanecido un tiempo de crianza en barrica nueva su extracto seco será mayor que el del mismo vino que no haya pasado por madera. El peso de fruta hace referencia al equilibrio del extracto seco de la fruta, frente al de la barrica.

Cuerpo y extracto seco son sinónimos, sin embargo podremos encontrar vinos de gran cuerpo y con poco peso de fruta, como vinos ligeros o medios y con un gran peso de fruta. El peso de fruta es de hecho una de las claves para la determinación del potencial de envejecimiento de los vinos.

Finalmente dentro de la fase gustativa tendremos que hacer una evaluación de la calidad, hasta ahora lo que hemos hecho es una simple descripción, deberemos pronunciarnos sobre las virtudes o defectos de estas sensaciones, una descripción sin una evaluación es una descripción incompleta. 

(Joaquín Gálvez Bauzá)


CATA PARA PRINCIPIANTES II:
FASE OLFATIVA


Habiendo llenado la copa hasta su diámetro máximo procederemos a acercar lentamente la nariz a la boca de la copa y sin agitar la copa nos fijaremos en cuando somos capaces de percibir las primeras impresiones olfativas. La diferencia en distancia es un buen indicativo de la intensidad aromática.

Los aromas de los vinos de una intensidad aromática elevada serán percibidos casi sin la necesidad de llevar la copa a la nariz, a una cierta distancia. Por contra los de una intensidad baja serán hasta difíciles de percibir incluso con la nariz dentro de la copa.

La intensidad es una condición necesaria, pero no suficiente para hablar de calidad. Un vino de escasa intensidad aromática no puede ser considerado bueno, podrá ser bueno al paladar, pero no se tratará de un buen vino. Una intensidad alta, por sí sola, no basta, son necesarias además la finura y la complejidad, conceptos que se definen más adelante.

Deberemos de intentar encasillar el aroma dentro de uno de los grupos aromáticos propuestos por Ann Noble de la Universidad de California, Davis.



Otra forma clásica de agrupación de los aromas es atendiendo a si se trata de Aromas Primarios, Secundarios y Terciarios.

Los aromas primarios son aquellos que se encuentran en la materia prima, típico es el ejemplo de la variedad moscatel, pues los aromas de los vinos elaborados a partir de ella son idénticos a los de la uva. Son tan intensos que incluso se mantienen después de la destilación, como sucede con los Singani bolivianos o los Piscos peruanos o chilenos.

Los aromas secundarios son aquellos desarrollados en el transcurso de la fermentación y probablemente son los más numerosos. Hay que tener en cuenta que muchos de estos aromas recuerdan a aromas de frutas, como el acetato de isoamilo, que recuerda a plátanos y que en muchas ocasiones se llaman primarios por el hecho de recordar a frutas, pero hemos de tener en cuenta que estrictamente se trata de aromas secundarios.

Los terciarios son aquellos desarrollados tras el envejecimiento de los vinos, ya sea en madera, botella o ambos. Deberemos de inclinarnos por alguno de estos grupos. En el caso de que no identifiquemos ningún aroma de forma patente hablaremos de la neutralidad aromática.

Habiendo procedido de esta manera estaremos en condiciones de volver a oler el vino, pero esta vez tras haber agitado la copa. Lo primero que habremos de hacer es fijarnos en si aparece alguna nueva nota aromática o si se trata de los mismos aromas, pero con mayor intensidad. Se puede dar el caso de que antes de agitar el vino huela, por ejemplo, a fruta y que solo después de agitar aparezcan notas de madera, podremos decir por tanto que en el vino hay variación de aromas. Si los aromas son los mismos antes y después de haber agitado la copa diremos que en el vino no hay variación.
Por el simple hecho de que haya variación podremos hablar de complejidad aromática, pero puede haber complejidad sin que haya variación, en el caso de que aparezcan de forma simultánea diversidad de aromas.

Sin embargo el término de complejidad aromática se reserva para vinos en que las notas aromáticas sean de calidad, es decir aromas gratos y no olores indeseables. La evaluación de la calidad requiere de un entrenamiento pues se da la paradoja de que haya aromas considerados defectuosos, como es el caso del diacetilo que huele a mantequilla, en vinos como los Finos jerezanos, y sin embargo se le reconoce su valor para blancos fermentados en barrica.

Nos queda por hablar del controvertido término del bouquet. Y es que existen diferentes definiciones para el mismo concepto, según de que escuela se trate.

Para la escuela anglosajona el término bouquet es equivalente al de aroma, se ha reservado para hablar de los aromas de los vinos pero independientemente de qué tipo de aroma se trate, así pues un vino podrá tener un bouquet afrutado.

La escuela española tradicional exige que haya envejecimiento para poder hablar de bouquet, por tanto excluye a los vinos jóvenes y solo con que haya aromas como madera ya basta para poder hablar de bouquet.

Finalmente hay que hablar de la escuela francesa y la escuela española moderna que asimila el concepto de bouquet de la francesa. Bouquet en francés quiere decir ramo y por tanto se requiere un conjunto de aromas. Es el estadío máximo cualitativo que puede alcanzar un vino, la complejidad aromática es una condición necesaria pero no suficiente para poder hablar de bouquet. Por el simple hecho de tener varias notas aromáticas un vino ya es complejo, pero esto no basta para hablar de bouquet. Es además necesario que entre las diferentes notas no haya ninguna dominante, son esos vinos en los que se pueden identificar infinidad de notas, todas ellas muy finas y bien integradas.

(Joaquín Gálvez Bauzá)

miércoles, 6 de marzo de 2013

CATA PARA PRINCIPIANTES I:
FASE VISUAL

La primera de las anotaciones que tendremos que realizar es la de la fecha en la que se realiza la cata. Hemos de tener en cuenta que el plazo máximo de validez de una ficha de cata es de un año. Esta indicación nos servirá además para ver cómo evolucionan los mismos vinos catados en fechas posteriores y para ir verificando nuestras predicciones.
En el caso de que no sea una cata a ciegas apuntaremos además la cosecha, el nombre del vino y la bodega, además el grado alcohólico como cuantas anotaciones puedan resultar de interés, como variedades, tipo de crianza, origen del roble en su caso, etc.

     Nada más llenar la copa procederemos a mirar a través del vino. De esa forma se puede apreciar su limpieza y transparencia, generalmente los vinos no presentan defectos, teniendo en cuenta la escrupulosidad con que se trabaja actualmente.

Acto seguido inclinaremos la copa y miraremos a través del vino siempre sobre una superficie blanca, un folio escrito, como una ficha de cata resultan ser los más adecuados. De esta forma podremos apreciar la intensidad de color con mayor facilidad. Para los vinos blancos se requiere más experiencia que para los tintos, si no somos capaces de leer a través de un vino tinto diremos que la capa o intensidad colorante es alta, si leemos con cierta dificultad diremos que la capa es media y si finalmente leemos con gran facilidad diremos que la capa es baja.

Por el simple hecho de inclinar la copa tendremos simultáneamente lo que se conoce como capa fina y capa gruesa. En el borde de la copa inclinada el espesor del vino es inferior que en el centro de la copa, se conocen también bajo los nombres respectivos de menisco y corazón.

Definida la intensidad o capa colorante pasaremos a definir el color y para que nos resulte más sencillo a continuación se facilita un listado de colores.


TINTOS
BLANCOS
ROSADOS
Rojo (claro, oscuro)
Incoloro
Gris
Rojizo
Blanco
Champán
Rojo franco
Amarillo (pálido,oscuro)
Rosado
Rojo violeta
Amarillo verdoso
Clarete
Rojo amapola
Amarillo canario
Rosa violeta
Rojo cereza
Amarillo limón
Rosa franco
Rojo grosella
Amarillo paja
Rosa peonía
Rojo sangre
Pajizo
Rosa cereza
Rojo fuego
Amarillo dorado
Rosa frambuesa
Rojo ladrillo
Amarillento
Rosa carmín
Rojo anaranjado
Junquillo
Rosa amarillo
Rojo amarillento
Topacio
Rosa anaranjado
Rojo marrón
Topacio quemado
Rosáceo
Carmín
Oro pálido
Rojizo
Rubí
Oro verde
Albaricoque
Rubí quemado
Oro fino
Piel de cebolla
Granate
Oro viejo
Anaranjado
Granadina
Oro rojo
Salmón
Bermejo
Dorado
Bermellón
Roux
Púrpura
Rojizo
Purpúreo
Hoja seca
Purpurino
Bistre (humo)
Violeta
Castaño
Violáceo
Agua de castañas
Azul
Madera
Azulado
Maderizado pardo
Negro
Ambar
Negruzco
Anteado
Teja
Cobrizo
Pajizo
Pardo
Ojo de perdiz
Parduzco
Marrón
Caoba
Ocre
Caramelo
Café
Manchado
 
Los colores en demasiadas ocasiones son simplemente orientativos. Con frecuencia habremos oído que un vino tiene un color rojo-rubí y pongamos por caso que se trate de un vino de Burdeos, si preguntamos a un gemólogo que de qué color es un rubí, tal vez nos indique que se trata de un rojo-burdeos.

No ha de obsesionarnos tanto la definición como la interpretación del color. Los vinos blancos podrán ser amarillos y dorados, con su correspondiente tono y los vinos tintos serán rojos con su correspondiente tono. Ante la dificultad de distinguir consistentemente entre por ejemplo un rojo guinda de un rojo cereza o picota, pasemos a distinguir entre los conceptos de variación y evolución.

Gracias a que hemos inclinado la copa podremos o no apreciar si existen diferencias de tonos entre la capa fina y la capa gruesa, o menisco y corazón, como hemos definido ya anteriormente. Pongamos por caso que en la capa gruesa el color es rojo cereza y que sin embargo en la capa fina se aprecian notas violáceas. En este caso podremos hablar de un vino en el que hay variación en el tono y sin embargo no hay evolución.

Variación es por tanto que en el color del vino se puedan apreciar varios tonos y evolución es la aparición de tonos que reflejen el paso del tiempo, tonos dorados para los vinos blancos y anaranjados, pardos e incluso café para los tintos.


En todos los colores de los vinos se tiene que dar alguna de las siguientes combinaciones:

  • Sin variación ni evolución. En el caso de vinos blancos se trataría por ejemplo de un amarillo pajizo desde la capa fina hasta la capa gruesa y sin ninguna nota dorada. Podría ser también el caso de un tinto con un color rojo-cereza, nuevamente desde el menisco al corazón y sin ninguna nota parda o violácea.

  • Variación sin evolución. Hay muchos tintos jóvenes que tienen colores muy vivos en el corazón, como podría ser un rojo-cereza, pero en el menisco y solo en el menisco apararecen notas violáceas. Se trata por tanto de varias notas de color cereza y violeta pero a pesar de la variación no hay evolución, es decir no hay notas parduzcas que apunten a pensar en el paso del tiempo.


  • Variación con evolución. Sería el caso de un vino en el que haya, por ejemplo, un rojo-rubí en el corazón y un rojo-teja en el menísco. Hay por tanto no solo varios tonos, sino que además se aprecia el paso del tiempo.


  • Evolución sin variación. Los vinos en este estadío podrán estar como mucho en el momento final de su vida, si se trata de blancos y tintos, aunque aún podrían tener vida por delante si se trata de vinos generosos, como un oloroso. Serán vinos que presenten colores muy pardos, incluso caoba sin ninguna nota de viveza rojiza en el caso de tintos o carencia de notas amarillentas y solo presencia de notas muy doradas, oro-viejo, en el caso de vinos blancos.

(Joaquín Gálvez Bauzá)